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almojabanas

El horno de mi abuela Yaya


Desde el patio de mi abuela Yaya, el aroma de las almojábanas llenaba el aire con una calidez reconfortante. Mientras molía el maíz, recordaba las historias que ella me contaba sobre los largos años en que preparó siete tártaras de almojábanas para vender cada domingo después de misa. El siete le parecía un número mágico, así que ponía once almojábanas por tártara y las empacaba en bolsitas de a siete. Se echaba la bendición y se iba a vender emperifollada y perfumada. Lo hacía porque su sueldo de maestra no alcanzaba para cubrir los gastos de los estudios de veterinaria de su hija menor, mi mamá. Vendía todo en menos de dos horas y regresaba a la casa feliz, donde mi abuelo la esperaba con su almuerzo favorito: sopa de mondongo.

Mis hijos estaban sentados en la sala, expectantes, viendo cómo preparaba la masa. El proceso de dejar secar el queso, rallar finamente, y mezclar todos los ingredientes era casi un ritual, una danza de sabores y texturas que habían sido perfeccionados a lo largo de generaciones. El anís, el azúcar, y la leche cortada le daban ese toque único, ese sabor que traía recuerdos de festividades y reuniones familiares.

Cada vez que hacía una bolita de masa y le daba forma, sentía la conexión con mi Yaya y con la tierra que vio crecer a mi madre y luego a mí. La cocina no solo era el corazón del hogar, sino también un puente que unía pasado y presente, tradiciones y modernidad. Al poner las almojábanas en el horno, mis hijos se acercaron curiosos, y les conté cómo mi abuela me enseñó a hacer este delicioso plato, transmitiéndome no solo una receta, sino una herencia de amor y cuidado. Ella las hacía en un horno de barro rústico que mi abuelo construyó en el patio y que alimentaban con leña seca; ahora yo las preparaba en mi horno eléctrico, pero siempre honrando el recuerdo de mi abuela que ya no está. Cuando finalmente las almojábanas salieron doradas y aromáticas, nos sentamos juntos a la mesa, compartiendo historias y recuerdos, saboreando el resultado de nuestra familia. Eulalia Siete, como era llamada en el pueblo, sigue viva a través del sabor de sus almojábanas.

EulaliaSiete
CARIBE / Panes, amasijos y arepas

Almojábanas costeñas


PORCIONES: 50 / DIFICULTAD: Alta / TIEMPO PREPARACIÓN: 75 hrs.

INGREDIENTES

  • 2 libras y ½ o 1250 gramos de maíz.
  • 750 ml, o 3 tazas de leche cortada.
  • 60 g de anís en grano.
  • 500 g o 2 tazas y ½ de azúcar.
  • 3 cucharadas soperas de bicarbonato de sodio.
  • 125 g de mantequilla.
  • 140 g de fécula de maíz.
  • 500 g de queso costeño duro o semiblando.

Preparación


Moja el maíz durante tres días, cambiando el agua cada doce horas. Después de este tiempo, cuela el maíz para eliminar cualquier impureza.

Utiliza un molino para moler el maíz hasta obtener una textura fina. Si no tienes molino, puedes usar un pilón, realizando una primera molienda más gruesa y luego una segunda más fina. También puedes usar un procesador de alimentos eléctrico, pero quizás no consigas la misma textura.

Si el queso que tienes es semiblando, déjalo secar hasta que tenga una textura más dura y luego rállalo finamente.

En un recipiente grande, mezcla el maíz molido con el queso rallado. Agrega el bicarbonato de sodio, la leche cortada y la mantequilla. Asegúrate de que la leche esté bien cortada para darle el sabor característico. Añade la fécula de maíz para darle consistencia a la masa.

Amasa bien la mezcla hasta que todos los ingredientes estén bien integrados. Debes obtener una masa manejable que no se pegue a las manos; un gran tip para conseguirlo es tener en cuenta que debe quedar solo un poco más blanda que la masa regular para arepas. Forma pequeñas bolas de masa y colócalas en una bandeja para hornear. No olvides realizar el característico huequito en el centro de cada almojábana. También puedes hacer un pequeño rollo para luego formar una donita con este.

Precalienta el horno a 180 grados celsius y hornea las almojábanas durante aproximadamente 17 minutos, o hasta que estén doradas y con bordes crujientes. Otra técnica sugiere un horneado total de diez minutos: los primeros cinco minutos a 200 grados celsius y los últimos a 180, vigilando que no se doren excesivamente.

Consejos y técnicas adicionales

Si la masa se siente muy seca, puedes añadir un poco más de leche cortada o leche normal. Si no tienes horno, puedes cocinarlas en una estufa o fogón de leña, utilizando un caldero con carbón sobre la tapa. El azúcar puede ser reemplazado total o parcialmente por panela rallada, sin embargo, debido a la variación de calidad de la panela, debes hallar el punto de dulzor mediante pruebas y a tu gusto. De igual manera es posible reemplazar el maíz molido por harina de maíz precocida y la leche cortada por agua, sin embargo el sabor y la textura perderán potencia.

FUENTES consultadas